sábado, 23 de noviembre de 2013

INCERTIDUMBRE



Soy vagabunda.
Vago por las calles de un laberinto.
Moribunda voy, herída del alma.
Respectivamente: mis piernas, mis ojos, mis oídos, 
mi boca, mi pensamiento se fueron apagando.
Era amiga de la noche.

Un ángel había sido desterrado del cielo y me topé con él.
Le enseñé a ser mortal.
Aprendí a ser inmortal.
Después me fui tras un capricho oji-verde.

Me bebí sus miedos, acaricié sus cabellos, 
tomé la siesta en su pecho blanco.
Intenté después, disfrazarme de girasol y huir.
Ya no quería ser lo que siempre he sido.
Jugaba a las escondidas con mi otro yo, siempre me hacía perder.

Una mañana entró el Sol con el brillo que me indicó la salida del laberinto.
La inocencia me arañó la espalda.
Me quedé clavada en un efímero momento 
en la incandescencia del Sol de ésta vida mía. 
Trescientos tres días quedé privada y me tuvo en cautiverio la loca del Sol.
Yo no me daba cuenta, creía ser libre.

Con un pez arribando mi bahía me volví fácil de diluir.
Desaparecí de la casa de papel.
Renuncié a la mentira más grande del mundo.
En compañía del pez descubrí ser agua.
Hice planes.
Quería viajar.
De veras creí que no podría dejar de fluir en el misterio sucedido.
El pez buscó otras aguas.
Yo me estanqué.
Me salieron maromeros.
Me acumulé pues no conocía la soledad.
Me acumulé en un recoveco, y lo humedecí.
No dejaba de ser agua.
Hice rituales para que el pez volviera.
Luego, me cansé de éstas nuevas mentiras.
Leí las cartas en las que se me prometía falsamente todo.

Hice las maletas.
Comencé a vivir la aventura de lo incierto.

Aura Diez

No hay comentarios:

Publicar un comentario