miércoles, 10 de agosto de 2011

SOÑANDO CON TU CUERPO


Desperté, extrañaba la blancura de tu piel.
Te llamé por teléfono y dijiste que te vería pronto.
 Pasó la noche seguida del día entero, la luna comenzó a aparecer tímidamente; tocaste la puerta de mi casa. 
 Alboroté mi cabello corto, me puse labial y corrí a abrirte la puerta. Entraste sonriente. Asta me animaría a decir que lucías más sexy que otros días. Ya sabías a donde ir.

Yo me retracé un poco porque volví a mirarme en el espejo para darle una sonrisa de aceptación a mi imagen.
Cuando entré a mi habitación ya estabas sentada en la orilla de la cama. Te sonreí y apagué las luces. 
La luz de la luna que entraba por la ventana no era suficiente para vernos bien, pero si para saber que hacíamos.
Me acerqué a ti y te quite el abrigo. 
Comenzamos a besarnos, en un abrir y cerrar de ojos ambas ya estábamos semidesnudas, solo con ropa interior.
Ahora yo estaba hincada en la cama detrás de ti.
Tu mirada se perdía con placer hacia el oeste, mientras tanto yo te bajaba tiernamente los tirantes de tu brassier.
 Sonreíste y me miraste pidiendo subirle la intensidad a la noche. De golpe te dejaste caer completamente en la cama, desabrochaste tu brassier.
Comencé a pasar mi lengua por tu cuello, por tu estómago, por las corvas de tus piernas, por tu espalda que se erizaba, entre tus pechos; por todo tu cuerpo. De vez en cuando depositando un par de besos. Tu solo te reías.  
Después de esto, tú comenzaste a acariciarme y al mismo tiempo a mirarme fija y sensualmente. Lamías tu labios con desesperación; los remojabas una y otra vez como saboreándome. Bruscamente me giré y me puse sobre ti. 
  De prisa me quité la poca ropa que me cubría. Mi piel sudaba. 
Ambas por turnos, 
paseábamos nuestras lenguas y dedos asta por las partes más intimas que podríamos tener. 
Estuvimos provocándonos llegar casi a un orgasmo pero, al final dejándonos a punto. Que buen juego.
Con una violencia divertida ponías mis brazos estirados, los sostenías con tus mismas manos y frotabas tu cuerpo desnudo con el mió; y casi al mismo tiempo nuestros pezones comenzaron a endurecer. Mi respiración se agitaba. 
Y mientras hacías tu ritual de frotar tu cuerpo con el mío, lograba sentir lo acelerado que tu corazón se encontraba.
La noche pasó burlesca. A veces el tiempo corría rápido, a veces lento, a veces rápido y así se pasó burlándose de nosotras. Llegamos a un punto donde no podíamos distinguir si estábamos haciendo el amor o tan solo teniendo sexo. Y así pasó la noche asta que acabamos rendidas.
La mañana nos sorprendió con su calor.  Los rayitos de sol que apenas se asomaban te despertaron. Abriste tus ojos y te encandilaste, estornudaste y yo me desperté. Feliz.
Estabas recostada encima de mi brazo derecho,
 acurrucada en la esquinita donde termina mi pecho y empieza mi brazo.
 Tus manos rodeaban mi cuerpo y tu sonrisa era más brillante que el mismo sol matinal. Me dijiste buenos días y me besaste. Yo sonreí.
Tomaste tus cosas y te fuiste de la cama, de mi habitación y finalmente, de mi casa.
Todo el resto del día pasó y pasó y ni siquiera lo analicé por lo menos un segundo.
Solo viví en los recuerdos de la noche pasada.  Y así ocurrió asta que la noche anunció su llegada. De nuevo me acosté pensando en ti, en tu cuerpo; y sonreí. Me mordí el labio, suspiré y a continuación caí en un profundo sueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario